Proponemos jugar con algunas
palabras, generando una tensión entre el sentido establecido por un entendimiento inmediato, cotidiano; y
otras usos posibles. Esto nos
permite pensar la comunicación como un proceso, como un gran teatro, con una
arquitectura propia, y un gran elenco de actores que disputan entre sí el guión
de la obra.
En principio,
las palabras cuyo sentido nos interesa problematizar son: realidad, medios, comunicación, construcción, política, red.
La realidad como una
construcción
Es usual la discusión sobre las acciones humanas en
términos de intenciones y finalidades, de efectos y consecuencias.
Menos habitual es que se establezca un vínculo entre las acciones y algo que podríamos llamar el marco de actuación, la cosmovisión de los actores.
Menos habitual es que se establezca un vínculo entre las acciones y algo que podríamos llamar el marco de actuación, la cosmovisión de los actores.
Considerando la percepción de los hechos en
tanto fenómenos, podemos pensar
–siguiendo a Kant- que hay una cantidad de aspectos de una cosa susceptibles de
ser recortados para constituir el
sentido de un concepto. La fenomenología critica al racionalismo kantiano señalando las
mediaciones que se interponen entre el pensamiento
y la experiencia, más allá de cómo
funcionan en abstracto las facultades mentales.
Cada uno mira el mundo de modo singular. Es
el punto de fuga del sistema
kantiano: si hay modos coincidentes y dominantes de ver el mundo no quiere
decir que haya una sola manera de hacerlo. Debemos tener mínimos acuerdos, convenciones, para entendernos; pero ahí está el punto: concebir la
comunicación como un proceso de negociación permanente, en el
que se trata de ver dónde se trazan las líneas, las distinciones; como planteaba Michel
Foucault, no es tanto ver cómo las cosas forman un sistema; lo que
importa es ver dónde, cuándo y por qué algo deja de ser una cosa para
pasar a ser otra.
Detrás de cada recorte,
del modo personal de mirar el mundo,
hay una constitución personal de valores. Los objetos son “datos”, algo dado,
con su organización interna y sus relaciones; establecen una objetividad
de la realidad del lado de las cosas. Del lado de los actores, en cambio, al hablar de “realidad”,
debemos apreciar el alcance del
concepto. Por los múltiples usos
del término, no es lo mismo pensar en la inmediatez
que nos rodea, en aquello que podemos percibir directamente con nuestros
sentidos; que concebir “la realidad” en términos de realidad social. En
este caso, el “referente” del concepto es necesariamente una construcción
en la mente de cada actor.
Por dicho motivo, autores de la teoría de los discursos sociales
proponen hablar de la parte ideal de lo real[1], para oponerla a la realidad directa e inmediatamente
aprehensible. El redescubrimiento de este punto tiene una
consecuencia política: la realidad social, como “objeto”, implica un espacio de disputa por
el sentido.
Las distintas perspectivas
sobre la comunicación.
a. Shannon, Lasswell y la perspectiva unidireccional.
Elegimos ejemplos con una doble utilidad práctica:
muestran la tensión entre las perspectivas sobre cómo entender la comunicación, e ilustran la operación
política de recorte y distorsión del
sentido -implicado en un caso técnico-, para ponerse al servicio de una particular
visión teórica.
Claude Shannon, matemático e ingeniero electrónico,
ingresa en 1941 a los laboratorios Bell System, filial de American Telegraph
& Telephone (ATT). En 1948
publica “La teoría matemática de la comunicación”.
Shannon propone un esquema del “sistema general de
comunicación”. El problema de la
comunicación consiste (…) en “reproducir en un punto dado, de forma exacta o
aproximada, un mensaje seleccionado en otro punto”. En este esquema lineal (…) la comunicación se basa en la
cadena de los siguientes elementos constitutivos: la fuente (de información) que produce un mensaje (…), el codificador o emisor, que transforma el mensaje en signos a fin de hacerlo
transmisible (…), el canal, que es el
medio utilizado para transportar los signos (…), el decodificador o receptor, que reconstruye el mensaje a partir de
los signos, y el destino, que es la
persona o la cosa a la que se transmite el mensaje. El objetivo de Shannon es diseñar el marco matemático (…) de
una comunicación entre los dos polos de este sistema, en presencia de
perturbaciones aleatorias, llamadas “ruido”, indeseables porque impiden el “isomorfismo”,
la plena correspondencia entre los dos polos.[2]
Shannon se enfrenta con un problema técnico. Como ingeniero, piensa
la comunicación en términos de un dispositivo. Su planteo lineal no implica una perspectiva unidireccional: el esquema es reversible. Le preocupa que un mensaje llegue de un
punto a otro sin que el ruido lo modifique. Lo guían la eficiencia y la economía:
un mensaje debe transmitirse de la forma más exacta y al menor costo. No le preocupan la intención del emisor
y el sentido del mensaje: le importa preservar su materialidad.
También en 1948, Harold D. Lasswell publica “La
estructura y la función de la comunicación en la sociedad”[3]. Piensa
la comunicación con una fórmula famosa: ¿Quién
dice qué por qué canal a quién y con qué efecto? El esquema se parece al de Shannon, pero Lasswell tiene un interés
político. Neurólogo de origen, concibe la sociedad como un organismo
expuesto a la agresión. Su visión
de la comunicación responde al modelo de un sistema nervioso por el que
circulan las órdenes del control central. Con esta
instancia identifica al aparato estatal, el gobierno, el sistema educativo, la
prensa, las iglesias y los padres de familia.
Según Lasswell, el proceso de comunicación cumple
tres funciones principales en la sociedad: “a)
la vigilancia del entorno, revelando todo lo que podría amenazar o afectar al
sistema de valores de una comunidad o de las partes que la componen; b) la puesta en relación de los
componentes de la sociedad para producir una respuesta al entorno; c) la transmisión de la herencia social.”.[4]
En plena Guerra Fría, Lasswell teoriza frente a lo cree
la doble amenaza a Occidente: la política exterior de la Unión Soviética, y la
infiltración comunista en el sistema de comunicación de la sociedad. El paternalismo
de Lasswell culmina su visión de los medios de comunicación en términos de omnipotencia:
Se considera la audiencia como un blanco amorfo que
obedece ciegamente al esquema estímulo-respuesta. Se supone que el medio de comunicación actúa según el modelo
de la “aguja hipodérmica”, término forjado por el propio Lasswell para
denominar el efecto o el impacto directo e indiferenciado sobre los individuos
atomizados.[5]
Lasswell concibe la comunicación de modo vertical, jerárquico. Si hay lateralidad en su esquema, es al
servicio de la socialización de las pautas deseadas por el control central.
b. Bateson, Palo Alto y la comunicación como proceso
circular.
En 1948, el mismo año en que se publican los textos
de Shannon y Lasswell, Norbert Wiener -ex profesor del primero- publica “Cibernética
o Control y Comunicación en el Animal y en la Máquina”[6]. Imagina
en el futuro a la sociedad organizada a partir del nuevo insumo que va a ser la
información. Desea el arribo de una sociedad de la información, y advierte
sobre el peligro que la acecha: en la propia lógica de la naturaleza, en su
tendencia a la entropía, reside el peligro de la precipitación en la
degradación biológica y el desorden social.
La información, las máquinas que la tratan y las
redes que éstas tejen son las únicas capaces de luchar contra esta tendencia a
la entropía. “La cantidad de
información de un sistema es la medida de su grado de organización (escribe
Wiener); la entropía es la medida de su grado de desorganización; una es el
reverso de la otra.”[7]
Para Wiener, la información debe circular
libremente. La sociedad de la
información requiere ausencia de trabas para el intercambio: es incompatible
con embargos o prácticas secretas, el acceso desigual a la información, o su
mercantilización. El avance del
progreso es proporcional al retroceso de la entropía, pero esta relación
necesita de un equilibrio dinámico, que Wiener imagina como homeostasis.
Al revés de Shannon, que omite hablar del
desarrollo social, Wiener denuncia el peligro que encierra -como factor antihomeostático- la
intensificación del control de los medios de comunicación. Porque -afirma- “este sistema, que más
que cualquier otro debería contribuir a la homeostasis social, ha caído directamente
en manos de aquellos que se preocupan ante todo del poder y del dinero”.[8]
Si la tendencia al caos informacional de la
entropía es uno de los peligros, quizás el mayor para Wiener, la necesidad de equilibrio en el sistema, que subyace a
la idea de homeostasis, lo lleva a prevenir de cualquier monopolio de los medios de comunicación.
Planteadas las rupturas
de 1948, era esperable una reacción al planteo de Lasswell. Éste había recortado el “tubo de Shannon” como base del sistema de
comunicación imaginado por Wiener, cambiando su posición horizontal por una vertical,
anulándole su capacidad de ida y vuelta.
Desde los años ’40, había en EE.UU. un grupo
interdisciplinario en torno a las Conferencias
Macy’s -auspiciadas por una gran cadena de tiendas-, dedicadas a reunir a teóricos
y pensadores en torno a temas en boga.
Una de esas conferencias reúne a antropólogos, lingüistas, matemáticos, sociólogos y psiquiatras. Gregory Bateson, biólogo de origen, investigaba
la cismogénesis en la comunicación de
tribus de la Polinesia. La idea era
que en muchos casos un conflicto, en vez de zanjarse, generaba un crescendo que culminaba en estallido de
violencia dentro del grupo.
Al cruzarse con el modelo de Wiener, en el que aparece
por 1ª vez el concepto de feedback
-retro-alimentación o retro-acción-, Bateson descubre que aquél
había pensado el concepto en términos de homeostasis o auto-compensación -feedback negativo, opuesto al estímulo,
complementario-, y él estudiaba un mecanismo social inverso -feedback positivo, del mismo signo que
la causa, simétrico-.
Bateson se asocia con Birdwhistell, Goffman, Hall,
Jackson y Watzlawick, formando el Colegio
o Universidad Invisible, o Escuela de Palo Alto. Se oponen a la manipulación que Lasswell
hace del esquema de Shannon; y se niegan a pensar la comunicación en términos de
los ingenieros en telecomunicaciones: la teoría matemática de la información sirve
para plantear y resolver problemas técnicos, y la reservan para los ingenieros;
pero reclaman que las ciencias sociales estudien la comunicación desde un modelo que les sea propio.
Yves Winkin resume bien la diferencia de
posiciones: “Según ellos, la complejidad de la más mínima situación de
interacción es tal que resulta inútil querer reducirla a dos o más “variables”
trabajando de forma lineal. Hay
que concebir la investigación en materia de comunicación en términos de nivel
de complejidad, de contextos múltiples y de sistemas circulares” [Winkin,
1981].[9]
Los miembros de Palo Alto trabajan a partir del
modelo circular retroactivo de Wiener.
En su visión, que incluye como fundamento al feedback, el receptor es tan importante como el emisor. Toman elementos de la teoría de sistemas, de la lingüística y
de la lógica, y se interesan por la comunicación entendida como situación
global de interacción, más allá de variables tomadas aisladamente.
La perspectiva de Palo Alto parte de 3 hipótesis:
1º) la base de la comunicación son procesos de relación e interacción -las
relaciones entre los elementos son más importantes que los elementos mismos-;
2º) toda acción humana tiene dimensión comunicacional; las relaciones, de ida y
vuelta, forman un sistema de comunicación, cuya articulación entre nivel horizontal -secuencia de mensajes- y vertical -relación entre elementos y sistema-
constituye la lógica de la comunicación;
3º) los trastornos psíquicos responden a perturbaciones en la comunicación
entre el individuo afectado y su entorno.
c. “El telégrafo y/o la orquesta”. Crítica a las perspectivas en pugna.
Yves Winkin sintetiza la discusión entre las teorías
analizadas con una metáfora: el telégrafo
y la orquesta.[10] A la distancia,
cada postura tiene una parte de la razón en disputa. A Lasswell se le concede que, si se está en presencia de
una sociedad de individuos atomizados, el
poder de los medios de comunicación tiende a ser omnipotente. Ante la falta de horizontalidad, sólo habrá
verticalidad. La discusión pasará por
saber si eso es negativo, o es lo que se desea.
Palo Alto recupera la dimensión horizontal y
circular de la comunicación, y las dimensiones no verbales que intervienen en el cara a cara: el contexto, el manejo del espacio -proxémica-, la gestualidad y los
movimientos -kinésica-. Se le critica la tendencia a
identificar la comunicación
exclusivamente con relaciones personales de co-presencia. Si a su sistema de interacciones
personales le sumamos la dimensión
comunicacional que se abre a través del uso de los múltiples recursos
tecnológicos, tendremos una aproximación más adecuada al objeto que nos interesa.
Los medios de comunicación en la escena. La comunicación en producción, o la vista lateral: el dispositivo simbólico
en términos de poder.
a. Evolución
de las tecnologías de la comunicación en función de la mundialización colonial:
la información como insumo mercantil.
Otro concepto clave es el
de red. Claude Henri de
Saint-Simon (1760-1825) renueva la lectura de lo social a partir de la metáfora
de lo vivo. (…) Concibe la sociedad como un sistema
orgánico, un entramado o tejido de redes, pero también como un “sistema
industrial” (…) concede un lugar estratégico al acondicionamiento del sistema
de las vías de comunicación y a la puesta en marcha de un sistema de
crédito. Al igual que en el caso
de la sangre respecto del cuerpo humano, la circulación del dinero da a la
sociedad-industria una vía unitaria.
De esta filosofía del
industrialismo sus discípulos conservan una idea operativa (…): la función
organizadora de la producción de las redes artificiales, las de la
comunicación-transporte (las “redes materiales”) y las del mundo financiero (la
“redes espirituales”). Crean
líneas de ferrocarril, sociedades de banca y compañías marítimas.[11]
En la primera irrupción de la figura de la red,
entonces, se piensa a la sociedad como un gran organismo compuesto por una
multitud de organismos. Se
extrapola la idea de organismo individual al organismo social, base de la
concepción organicista. Como
arquitectura, esta visión de la red
implica una mirada plana, la vista
superior de un entramado o tejido de redes: una telaraña.
En esta figura de la red, la finalidad tecnológica
de las redes espirituales es ser el soporte para la comunicación del mundo
financiero. Si el dinero es la sangre de esta nueva totalidad orgánica social, hacen falta arterias para que circulen las
mercancías y la comunicación comercial.
Las nuevas tecnologías de la comunicación –en este
caso, se va a tratar del telégrafo- siguen el recorrido de los primeros
“periódicos”: las Noticias Manuscritas.
Proto-diarios redactados a mano, primero, cuyo
contenido era la información que capturaban hablando con los mercaderes que
arribaban a puerto, con los comerciantes de la ciudad, con la plebe también,
sin voz, pero con la posibilidad de narrar sus penurias o expectativas, muchas
veces casi en secreto y cuchicheando al noticiario que las escribía y que
vendía sus hojas de noticias al precio de una Gazzeta, la unidad monetaria del imperio mercantil veneciano.[12]
Ante el fenómeno de dichas publicaciones, más allá
de la intención narrativa de sus autores, el interés por centralizar y
coordinar la información sobre los flujos comerciales motorizó el interés por
esas redes de corresponsalías. El surgimiento de nuevas tecnologías de
la información es cooptado por los intereses comerciales y financieros: no hay 1ª fase de la revolución industrial
sin una comunicación fluida con los mercados externos, como no hay 2ª fase de expansión sin el ferrocarril y el telégrafo.
Subsiste la tensión entre el impulso narrativo de
los periodistas y su adecuación a las necesidades e intereses de los dueños de
los medios. Es imposible entender
el impacto de la aparición de un diario como Página/12 sin la irrupción -y
recuperación- de la mencionada subjetividad narrativa por parte de un grupo de
periodistas asociados.
b. El problema
de la masa crítica de información, o la realidad como discurso. Los medios como soporte privilegiado.
¿Por
qué la antropología puede aportar
herramientas conceptuales para pensar este momento de la comunicación? Hay que entender el movimiento parabólico desde los grupos primarios
hasta llegar a la configuración planetaria de una red de intercambio simbólico
de cierta densidad. La
antropología surge en el marco del colonialismo para estudiar el funcionamiento
de las sociedades primitivas, en una doble operación que
le permite a Occidente mirarse a sí mismo a través de la comparación y el
contraste con el otro.
¿Cuál es el aporte de las culturas primitivas para
entender el momento cosmopolita de la humanidad? En un grupo primario, todos sus miembros están relacionados
entre sí, debido a una cuestión de masa crítica: la “cultura”, entre
ellos, es algo compartido por el conjunto.
El antropólogo norteamericano Clifford Geertz
constituye una de las principales referencias teóricas de esta corriente (los
estudios culturales). La cultura,
para él, no es “un poder, algo con lo
que los acontecimientos sociales, los comportamientos, las instituciones o los
procesos puedan ser relacionados de forma causal” [Geertz, 1981). Es más bien “una compleja red de significaciones” que da un sentido común o
público a los comportamientos y los discursos de los actores individuales. La tarea del antropólogo consiste en
describir la singularidad de los comportamientos y los discursos de estos
actores individuales a través de lo que Geertz llama una “descripción densa” (thick
description) de la acción social, que pretende establecer la significación
que para los actores tiene su comportamiento y denunciar, sobre la base de
estas conjeturas, lo que esto revela de la vida social. El análisis de los sistemas simbólicos
no es por tanto una “ciencia
experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de
significaciones” y hay que aceptar la condición intrínsecamente
fragmentaria e incompleta del análisis cultural.[13]
Más allá del comentario de Mattelart, es relevante completar
la cita de Geertz:
El concepto de cultura que
propugno y cuya utilidad procuran demostrar los ensayos que siguen es
esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto
en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la
cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser, por lo
tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia
interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la explicación, interpretando
expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie.[14]
Geertz –referente del interpretativismo
en antropología- tiene una visión constructivista: el sujeto al
nacer se inserta en tramas de significación –en construcción- que le
preexisten, a partir de las cuales “teje” su subjetividad. La
cultura es concebida al modo de la “red semiótica” de Charles Sanders Peirce[15], y es el término semiótico
el que Geertz usa.
Concebida la cultura
como una red abierta e ilimitada de intercambios simbólicos entre los miembros
de la sociedad, lo siguiente es correrse de la visión desde arriba de ese tejido
infinito hacia una mirada lateral. En esta perspectiva, en los contenidos, hay 2 tipos de mensajes: los
que se extinguen luego de una única emisión –o se reiteran en un nudo
comunicacional-, y los que insisten
–más allá de las variaciones locales que se perciban- a lo largo de distintos lugares y momentos de la
red. Es esta insistencia intertextual, la composición
compleja de los innumerables fotogramas
de un texto en distintas escenas, lo que conforma la película invisible que teóricos de la comunicación denominan circulación, tomando del análisis
económico el trío conceptual producción,
circulación, consumo; para referirse a objetos simbólicos en vez de materiales.
Cuando se usa un mismo esquema en distintas áreas hay
que ver cuáles son las características diferenciadas de los objetos sobre los que
se aplica: la producción, circulación y consumo de objetos materiales es
cuantificable; la de objetos simbólicos lo es en tanto su soporte se pueda
delimitar: se mide la edición de un libro o un diario por el nº de ejemplares
impresos, distribuidos y vendidos;
¿qué ocurre con objetos como films,
programas de radio o televisión?
Los bienes materiales se consumen una sola vez. El consumo de los bienes simbólicos
puede reiterarse, inclusive en
distintos lugares y momentos, su recepción
depende del bagaje cultural singular
de cada consumidor: su escala de valores, su esquema de análisis, su
conocimiento de la materia en cuestión, lo que agrega la complejidad de la
lectura subjetiva a la potencial lectura del producto.
Desde este punto de vista, la
circulación de un texto consiste en
la reproducción temática de ciertos
tópicos. La metodología que mide
la reiteración de ciertos temas –como “la seguridad” o “el avance del Gobierno
sobre la prensa”- impide apreciar que dicha insistencia no es algo natural o mecánico, sino una disputa que en la superficie aparece como opción
de distintos tópicos, cuando es la disputa entre los intereses de los distintos
emisores de los mensajes.
¿Cómo se negocia
dicha disputa de intereses? A
través de 2 operaciones: lo que el teórico argentino Eliseo Verón llama “contrato
de lectura”[16], y lo que se ha dado en llamar el “setting agenda”
ó “selección de agenda”. A través
del primero, un medio recorta -del universo de posibles lectores- un tipo de
lector con determinadas características, tipo
ideal con el que el medio quiere que
el lector real se identifique para cerrar o conformar dicho contrato de
lectura. Verón, al hablar de contrato, nos recuerda el típico caso del
“contrato de trabajo”, dejando entrever la asimetría
entre el medio que propone el contrato a su antojo, y el lector cuya única
prerrogativa consiste en aceptar ó rechazarlo in totum, sin poder
discutir sus términos particulares.
Partimos entonces de la asimetría que hay entre un
medio masivo y sus destinatarios. Les
otorga un mayor alcance cuantitativo como emisores y les da un lugar de
prelación en el proceso de producción de los discursos sociales. Hay que entender que el “discurso periodístico”
–uno más de los discursos que atraviesan a la sociedad, al lado de los discursos “histórico”,
“económico”, “político”, “religioso”, “artístico”, “académico”, “científico”-
difiere cualitativamente de los restantes.
Como dice Bill Kovacs, “el periodismo es la 1ª
versión de la historia”. El
periodístico es un discurso –en términos antropológicos- de 1ª mano, superficial,
en caliente; que requiere de un abordaje y tratamiento posterior, de enfriamiento,
para convertirse en materia prima de la “2ª versión de la historia”, lo que
conocemos como “discurso histórico”, o historia”,
a secas.
Por otra parte -y es una consideración que la
prensa comparte con el resto de la industria
cultural-, en un momento de complejidad
de su evolución, los otros discursos sociales empiezan a necesitar cada vez más
de su soporte como punto de pasaje,
en un instante privilegiado de su circulación, y/o como caja de resonancia o reenvío.
El retorno del sujeto. La comunicación en recepción, o la vista superior: el sistema de la
información como red global, o la telaraña
alrededor del mundo.
a. Las nuevas tecnologías de la información: la tensión
entre la arquitectura de la comunicación y la dirección de los flujos. Multimedios versus Internet.
Hablar de arquitectura de la comunicación puede
hacer pensar sólo en el diseño bruto de una estructura material con localización
espacio-temporal, proyectada como soporte para la circulación de
información. Más allá de esa
concepción en sentido estricto, toda idea de diseño implica una
“antropo-metría”; una medida humana de la función del diseño, y de
las relaciones de apropiación y uso de lo diseñado.
Dos consecuencias se desprenden de lo dicho: la
tendencia a la constitución de cierto tipo de formas estables en los
dispositivos comunicacionales de la sociedad, en relación con la administración
de los flujos de información; y la ubicación diferenciada de los usuarios del
sistema en distintas posiciones de la mencionada estructura.
En la actual etapa de globalización -o mundialización de la información- es interesante
analizar el paralelismo, la semejanzas y diferencia; entre el surgimiento y
consolidación planetaria de las redes informáticas como la internet, y el
proceso de concentración y articulación monopólica de los medios masivos de
comunicación.
En el caso de internet, se desarrolló un diseño de
la conectividad que articula máquinas servidoras –que son el soporte donde se
aloja físicamente la información- y terminales –que se vinculan con aquéllas en
forma remota, para acercar la información deseada- a través de la distribución
planetaria de nodos y sub-nodos que establecen una jerarquía variable en la
organización de la estructura, para permitir administrar la circulación de los
inmensos flujos de información en el interior de la red.
En el caso de los multimedios, existe una
concentración de dispositivos de distinto soporte material (TV, cable, radio,
diarios, revistas) a distintos niveles regionales, por un lado; y la
articulación y subordinación a los grandes grupos –de gran alcance territorial-
de diferentes sub-grupos con menor alcance.
Si a lo mencionado agregamos el aparato de
distribución que requieren los multimedios -transmisores, repetidoras, distribuidoras,
bocas de expendio o puntos de venta, receptores-terminales-, el imaginario
dibujo de su arquitectura, la forma que trazan sus líneas de puntos, parece muy
similar a la internet. Agudizando
la mirada y el análisis, encontramos diferencias en cuanto al tipo de
apropiación, en relación con la distinta manera de administrar la emisión, la
circulación y la recepción de la información.
En términos gráficos, la producción y edición de información,
en los multimedios, circula exclusivamente de punto a multi-punto, por lo que “medios
de difusión masiva de información” es un acertado sustituto a medios masivos de comunicación o de comunicación masiva.
En internet la producción de información se puede
hacer desde cualquier servidor conectado a la red, y la particularidad que
tiene la circulación -en contraste con los multimedios- es que aquí es el
usuario-receptor el que va hacia la información, navega en busca de ella.
La vitalidad de la circulación en la web hizo que
los multimedios se vean obligados a mejorar sus sitios electrónicos, lo
que se aprecia al hacer un recorrido histórico por los archivos de cualquier
publicación on-line. No podemos
prever si esas versiones reemplazarán a las de papel, ni qué decurso tendrá la
tensión entre la versión on-line de los multimedios, opuesta a las agencias y
fuentes independientes de producción de información en el interior de la red.
Sin embargo, podemos tener una idea si comparamos,
p.ej., la cobertura monopólica de la 1ª Guerra del Golfo por parte de la CNN,
convertida en una especie de video-juego con misiles Patriot entrando
milimétricamente por las ventanas, sin rastro alguno de sangre; y la cobertura
de la 2ª Guerra del Golfo, presionada y condicionada por la aparición de
cadenas informativas rivales, como la árabe “Al Jazeera”.
También debemos delimitar los componentes utópicos
que el sueño cibernético de Norbert Wiener reeditaba de la vieja ilusión
enciclopedista: una totalidad de información que compendie el conocimiento
humano con la capacidad de fluir libremente, sin traba alguna. El error de esta visión consiste en
tomar literalmente la www –world wide web, “telaraña a lo ancho del
mundo”- en sentido plano, en su vista
superior, sin considerar las asimetrías que la desigual apropiación en la
producción y edición de la información establece en relación con el
recurso. ¿Es pensable que la
información estratégica se pueda encontrar graciosamente publicada en la
web, al alcance de cualquier ser humano?
La ausencia de este espesor de uso es uno de los aspectos criticables del proyecto
utópico de internet. El otro es la
opacidad de ese espesor. La
información en internet se encuentra configurada como híper-textos -compuestos
de escritura, imagen, sonido y animaciones- estructurados como sitios o páginas. Cada una de
éstas debe ser registrada o publicada en el índice de los distintos
programas ó motores de búsqueda, a través de la selección de una cantidad de
palabras claves.
El problema consiste en la dificultosa optimización
de dicho recurso. Jean François
Lyotard, en su obra liminar sobre “La condición post-moderna”, alertaba -ya en
1979- sobre la necesidad de incluir, en la educación de las futuras
generaciones, el entrenamiento para seleccionar adecuadamente las variables lógicas de búsqueda, a través
de las bases de datos, desde terminales inteligentes.[17]
La contrapartida de lo antedicho es la formación de
aquellos que son responsables del registro y armado de ese índice. Es en este punto crucial donde derrapa
la ideología horizontalista que subyace al paradigma de la red en
internet: no hay ninguna coordinación que defina parámetros universales de
registro y organización de una macro-lógica de archivo en la web: cada productor de información hace su
registro libremente dentro de una mínima delimitación técnica.
Retomando la metáfora del comunicólogo Yves Winkin
sobre el telégrafo y la orquesta, hay
que señalar una aguda crítica: una orquesta siempre necesita una dirección, una instancia asimétrica -de
poder- que coordine los distintos instrumentos para que suene afinada; sino, la
orquesta puede ser una bulliciosa amalgama de sonidos donde no se distinga
nada. Y la polifonía, por otra
parte, no obsta a que el sistema de
relaciones en una orquesta no deja de ser una compleja madeja de líneas interpersonales: el director con el
1º violín, éste con el resto de los violines, cada uno de éstos con el
director, éste con el timbal... Se
trata, ni más ni menos, que del nivel
político de la comunicación.
[2] Mattelart, Armand y
Michèle; Historia de las teorías de la comunicación,
Barcelona, Paidós, 1997, p. 42.
Comillas y cursivas en el original.
[3] Lasswell, Harold D; “The Structure and
Function of Communication in Society”; en Bryson, L. (comp.), The Communication of Ideas, Nueva York,
Harper, 1948.
[4] Mattelart, Armand y
Michèle; Historia de las teorías de la comunicación,
Barcelona, Paidós, 1997, p. 31.
Comillas en el original.
[5] Ídem, p. 28.
[6] Wiener,
Norbert; Cybernetics or Control and
Communication in the Animal and the Machine, París, Hermann, 1948.
[7] Mattelart, Armand y Michèle; Historia de las teorías de la comunicación, Barcelona, Paidós,
1997, p. 47. Comillas en el original.
[9] Ídem, p. 48. Comillas en el original.
[10] Winkin, Yves (comp.);
La Nouvelle Communication, París, Le
Seuil, 1984.
[11] Mattelart, Armand y
Michèle; Historia de las teorías de la
comunicación, Barcelona, Paidós, 1997, p. 15. Comillas de los autores.
[12] www.clarin.com/diario/2005/05/31/conexiones/t-986701.htm. Wiñazki, Miguel ; “Malditos periodistas”, en
Conexiones, Clarin.com, 31/05/05. Cursivas mías.
[13] Mattelart, Armand y Michèle; Historia de las teorías de la comunicación, Barcelona, Paidós,
1997, p. 101. Comillas y cursivas
en el original.
[14] Geertz, Clifford; “Descripción densa : hacia una
teoría interpretativa de la cultura”, en La
interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1981, pp. 19-40. La cita es de la página 20, y las
cursivas son mías.
[15] Peirce, Charles
Sanders; Écrits sur le signe,
reunidos, traducidos y comentados por Gérard Deledalle, París, Seuil, 1978
[16] Verón, Eliseo; Construire l’événement.
Les médias et l’accident de
Three Mile Island, París, Minuit, 1981.
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